El omnipresente López Obrador


Pero hay una razón más de fondo para acabar de una vez por todas con las alabanzas a López Obrador: el poder no se comparte y menos en un sistema presidencialista
LIC. JESÚS RAMÍREZ CUEVAS,
COORDINADOR DE ASESORES,
PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA:
+Omnipresente: que está presente a la vez
en todas partes; atributo solo de Dios.
Diccionario de la Real Academia
Seguramente recuerdas de tus clases de Historia que los antiguos romanos tenían por costumbre deificar a sus emperadores cuando éstos morían, claro, siempre y cuando hubieran gobernado razonablemente bien. Con el expresidente López Obrador está pasando lo mismo, empezando por la presidenta Sheinbaum.
En su gira por Morelos, nuestra mandataria afirmó que la oposición está buscando que se distancie de él, a lo cual ella se niega porque son “parte del mismo movimiento. Nosotros sabemos de dónde venimos y no se nos olvida a dónde vamos”. La frase tiene tanto de fondo que vale la pena diseccionarla.
No dudo que ambos compartan ideología, pero cómo se aplica al gobierno es muy distinto y, por lo que ha mostrado doña Claudia, sí que hay diferencias afortunadas. Podríamos mencionar algunos ámbitos en los que se muestran la divergencias y no son menores, empezando por la estrategia de seguridad, la participación de la iniciativa privada en sectores clave como el del petróleo y los ferrocarriles y la relación con EUA.
No obstante, hay otros ámbitos en los cuales la doctora Sheinbaum presenta continuismo, como es el de los programas sociales, al tiempo de que no hay una clara definición en campos como la educación y salud; todavía no vemos ni la reiteración ni la rectificación de las políticas seguidas en el pasado sexenio, solo se aprecia la inercia. Ya veremos.
¿Por qué muchos quisiéramos que se distancie de López Obrador? Porque tal parece que la 4T quiere por lo menos colocarlo a nivel del profeta poseedor de la verdad revelada. El exmandatario es un hombre falible y vaya que metió la pata en su conducción del país, lo cual nos costó -y nos sigue costando- cientos de miles de millones de pesos, empezando por la cancelación del NAIM.
Asumir a AMLO como el modelo ideal de presidente no solo deja unos zapatos grandes que llenar, sino también muy defectuosos. No hay ninguna necesidad de que doña Claudia se circunscriba a dichos zapatos, porque además se resta capacidad de maniobra, sobre todo entre sus propios correligionarios. Es fomentar la idea de que no se da un paso sin antes consultar la opinión de Palenque, siendo que su tiempo ya concluyó.
Aún más, Jesús, la presidenta está corriendo el riesgo de que si algo sale bien es porque siguió los pasos de AMLO y el mérito recaerá en el expresidente, pero si algo sale mal a ella es a quien culparán. Así pues, cabe preguntar: ¿Quién lidera este país? ¿Quién es la responsable de la toma de decisiones?
Cuando la presidenta afirma que “no se nos olvida a dónde vamos” puede interpretarse en que ambos coinciden en disminuir la desigualdad, hacer crecer la economía, construir más infraestructura, etc., etc. El punto es que esos son objetivos generales y el quid está en los “cómos”, es decir, qué camino se toma, cómo se transita y en compañía de quién. AMLO tenía una visión de nación retrógrada, como de los años 70 del siglo pasado; es de desear que la presidenta vea hacia adelante con todos los retos que ello implica dentro y fuera del país. Vamos, que su escenario deseable esté anclado en el 2030 y no en 1970.
Me sorprendió que en esa gira la mandataria comentara que “el presidente López Obrador siempre nos dijo: ‘no quiero que hagan estatuas. Monumentos, ni calles con mi nombre’”. Este culto a la personalidad del viejo PRI cayó en desuso hace mucho tiempo; creo que al último presidente cuyo nombre pusieron a una calle fue a Miguel de la Madrid hace 40 años; no espero que el tabasqueño tenga la capacidad de autocrítica para darse cuenta del daño que le hizo al país con el endeudamiento, sus ocurrencias y su polarización, por solo mencionar algunas de sus muchas fallas; pero aun así me pregunto de qué tamaño debe ser la vanidad de don Andrés como para suponer que merece monumentos.
Pero hay una razón más de fondo para acabar de una vez por todas con las alabanzas a López Obrador: el poder no se comparte y menos en un sistema presidencialista.
Con la colaboración de Upa Ruiz
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